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Guzmán Calzado  - 2º ESO -

El destino


Para dar comienzo a mi historia desde el principio, diré que nací (según me han dicho y yo lo creo) un viernes a las doce en punto de la noche. Y, cosa curiosa, el reloj empezó a sonar y yo a gritar simultáneamente.


Teniendo en cuenta el día y la hora de nacimiento, la enfermera y algunas comadronas del barrio (que tenían puesto un interés vital en mí varios meses antes de que pudiéramos conocernos personalmente) declararon: primero, que estaba predestinado a ser desgraciado en esta vida, y segundo, que gozaría del privilegio de ver fantasmas y espíritus. Según ellas, estos dones eran inevitablemente otorgados a todo niño (de un sexo o de otro) que tuviera la desgracia de nacer en viernes y a medianoche.


Pasé mi infancia en un pequeño barrio de Brooklyn, venía de una familia humilde, lo que quería decir que teníamos que cortarnos el pelo con la maquinilla de afeitar de mi padre. Tenía dos hermanos mi hermano mayor, Eddie, que sólo aparecía por casa en fin de mes, y mi hermana melliza (que era más alta que yo), Melanie, mi padre trabajaba 16 horas al día, 10 en el taller de mi tío y 6 desatascando las botellas de ron del bar de la calle de enfrente, de mientras que mi padre hace su tarea diaria, mi madre se dedica a limpiar la casa, ya que la despidieron de su trabajo por equivocar la vacuna contra la gripe, con un somnífero bastante letal, así que ahora se pasa el día criticando a los concursantes de la televisión y a los programas de cocina (aunque luego cocina sus recetas), y esta es mi vida.

Alguien normal diría “mi vida no es perfecta, pero no la cambiaría” pero este año me he propuesto no mentir.


La vida en mi barrio es sencilla, no suele haber muchos coches por la calle, pues algunas personas se entretienen rayando las puertas, pinchando ruedas y robando llantas, así que los que deciden visitar el barrio se suelen llevar un recuerdo de 100$. Los chavales de mi edad solemos ir a la cancha a jugar al baloncesto y engañamos a las señoras mayores diciendo que el dinero que donen será para la iglesia, bueno, eso es lo que creo que hacen, porque desde la sucia ventana de mi habitación no se ve muy bien como pasa la vida la gente normal, y después de contaros mi rutina os contaré lo que me ha pasado este verano.


Acabo de cumplir 15 años lo que quiere decir que mi hermana también, aunque ella nació 5 minutos antes, lo que al parecer, significa mejor calidad de vida. Este año, mi cumple fue más desastroso de lo normal.


Las notas como de costumbre no han sido muy buenas, abreviando, repito curso, mis padres me han intentado castigar, pero mi vida ya es bastante desastrosa como para castigarme. Mi cumple es una semana después de darme las notas así que no suelo recibir muchos regalos, pero ese día recibí algo, concretamente una carta, en ella ponía “Felicidades, ya has cumplido 15”, la carta me asustó un poco, pero impaciente la abrí, y, no había absolutamente nada, pero no me sorprendió hasta que vi que no tenía sello, pensé que sería una pequeña broma de algún familiar, pero me di cuenta que la mayoría de ellos ignoraba mi existencia y los otros no sabían que era mi cumpleaños.

La carta, a pesar de no tener sello, tenía dirección Nº12 Elm Street, y debajo ponía, la alcantarilla de delante de esta dirección. Sin pensármelo, cogí 5 dólares para el autobús y rápidamente me subí a uno, mientras estaba en aquel vehículo me di cuenta de que si iba hacia ahí, mi vida estaba muy vacía. Bajé de aquel autobús, busqué la dirección, y finalmente, encontré la alcantarilla, y asqueado bajé. A primera vista, era una alcantarilla normal, estaba muy oscuro, y cada paso que daba, la oscuridad me invadía más, de repente empecé a oír un suave sonido de campanillas, y en un pequeño claro de luz, había una señora estropeada por la edad, ya la conocía, me dio una nota y se adentró en la oscuridad.


En ella ponía:


“El destino no es algo que tienes grabado en la piel, tu eres el que dibuja el destino que quieres, no has nacido con una misión, tu eres el dueño de tu futuro, no vas a ser feliz hasta que desees ser feliz, tú eres la causa de lo que sientes.”


Volví a casa, en silencio, sin pausa, me mentí en la cama y cerré los ojos.
Una voz excitada me despertó:


-¡Papá, papá, feliz cumpleaños!


Era un niño pequeño, aproximadamente de unos 5 años, con una gran sonrisa y una tarta de cumpleaños con un número bastante alto, y yo, sin poderlo evitar, también le devolví la sonrisa.



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