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Mi primer fantasma

No sé si será verdad que absolutamente todos los niños y niñas con estas características tienen ese “don”, pero al menos yo sí que lo tengo. No fue hasta los catorce años de edad cuando comencé a ver fantasmas, aunque mi madre me dijo que a veces entraba a mi habitación cuando era pequeño y yo estaba hablando solo, entonces me decía: “¿Qué haces, Ted?” Y yo contestaba:  “Hablar con el señor.” Y ella desconcertada me preguntaba: “¿Qué señor? ¿Dónde está?”.  Y yo todo contento, señalaba a un punto de mi pequeño cuarto y decía: “Allí” .Pero mi madre no veía a nadie en el sitio al que apuntaba mi dedo.
Bueno, a partir de la edad que he dicho antes, no he dejado de ver espíritus. No son como salen en las películas, los que los vemos sabemos que tienen una forma más o menos humana, pero no tienen cara ni se distingue si son hombre o mujer, sólo lo puedes saber si ellos te lo dicen, aunque para la gente incapaz de verlos no son más que “energía” y ellos, por supuesto, no pueden hablar con ellos, y supongo que tú, sí tú, el que estés leyendo esto, tampoco puedes comunicarte con fantasmas. La comunicación entre espíritus y humanos no es... No se habla... Bueno, el humano sí, pero el fantasma solo puede enviar pequeñas cantidades de datos a la mente de la persona.

 

Luego están los demonios, que suelen enviarte cosas malas a la mente, a mí y a ti, aunque no puedas verlos. Suelen representarse como sombras con forma humana. Si una persona es víctima de un demonio y no lo sabe, nosotros, los humanos que vemos fantasmas, veremos, no una, sino dos sombras acompañándola (la suya y el demonio). Lo que hay que hacer para librarse de ellos es: sentarte, cerrar los ojos y estar atento. Deja pasar tus pensamientos. Imagínate sentado en una silla en frente de una puerta. Estate atento a lo que entra por ella, si son pensamientos buenos invítalos a sentarse a tu alrededor, y si son malos, ignóralos.

Después de explicarlo todo, aunque nunca se me ha dado bien explicar cosas, puedo proceder a contar mi historia, quiero contar cómo fue la primera vez que vi a un fantasma. Soy ya algo viejo y ha pasado mucho tiempo desde que lo vi pero me acuerdo como si hubiera sido ayer.

 

Corría el año 2005 y me acababa de mudar a un pueblo en algún lugar de Canadá con mis padres y mi hermano Sam. Recuerdo que hacía mucho frío. Llegamos a la nueva casa y Sam y yo corrimos a escoger cuarto, aunque no me sirvió de nada la carrera porque como él era el mayor tenía más derecho a elegir habitación , según él.  En fin... Me tocó el cuarto más pequeño pero, como no tenía mucho muebles, pues no me importó mucho...

Terminé antes de lo previsto en colocar todo, había necesitado ayuda para colocar algunas cosas, como el armario, la cama o la mesa. Y aún faltaban unas cuantas cosas, pero lo esencial ya lo tenía, de lo demás ya se encargarían mi padre o mi madre.

 


Pasé unos días jugando a la “gamecube” o con el perro en el jardín, hasta que ya por fin, un día que no hacía mucho frío, unos 2ºC, me decidí a salir a dar una vuelta con mi perro para conocer el lugar. El sitio no era feo, había mucha nieve y eso me gustaba. Había mucha gente tirándose con bolas de nieve o haciendo muñecos. No conocía a nadie.

Cuando me volvía a casa, el perro (todavía no se cómo) se soltó de la correa y echó a correr. Lo perseguí un buen rato gritando su nombre hasta que una chica se lanzó sobre él y lo cogió del collar. Frené en seco. La desconocida se acercó a mí con el perro en brazos, me quitó la correa de las manos sin decir ni una palabra, ató al perro y me lo dio.

 

-Ten más cuidado la próxima vez.- Me dijo toda seria.
-Hola.- Fue todo lo que se me ocurrió decir.
Al pronunciar el saludo cambió la expresión de la cara, ahora estaba contentísima.
-¡Hola!

Tenía el pelo castaño oscuro y muy largo. Para vivir donde vivía era bastante morena de piel. Llevaba un abrigo con muchos lobos dibujados, un pantalón amarillo muy chillón y unas “converse” verdes. Era rara... Pero lo que más me llamó la atención de ella fueron sus ojos, uno era azul y el otro verde. Nunca había visto nada parecido.

 

-¿Cómo te llamas? ¿Cuántos años tienes? ¿Eres nuevo aquí? Tienes que serlo, no te había visto antes.

Me quedé un rato pensando  en si tenía que darla toda esa información. Decidí que sí.

 

-Me llamo Ted, tengo catorce años y sí, soy nuevo aquí. Tú haces muchas pr...

No pude terminar, porque me tapó la boca. Ahora volvía a estar seria, parecía bipolar.

 

-No hables más de la cuenta.- Dicho esto volvió a estar feliz.- Yo me llamo Grace y tengo la misma edad que tú. Ahora me tengo que ir, pero quedamos mañana a las cuatro aquí para que te enseñe un poco este sitio.
               


Cuando terminó de hablar se fue corriendo y no me dio tiempo a decir que no. Aunque tampoco me había preguntado... De todos modos quería acudir a la quedada, así ya tenía algo que hacer.

 

Llegué a casa, solté al perro y le puse comida y agua. Después subí a mi habitación y jugué a un videojuego, bajé a cenar y cuando terminé volví a subir a mi cuarto. Me quedé un rato leyendo un libro, no me acuerdo cuál era y apagué la luz. Pensé que había sido un día algo raro y que el siguiente prometía ser bastante raro también. Dejé de pensar en eso cuando oí un ruido. Sonó en la mesa y la mesa estaba en mi habitación así que me tapé con las mantas hasta arriba porque tenia bastante miedo y ni siquiera me atrevía a moverme para encender la luz. Al cabo de un rato me quedé dormido.

Cuando me desperté era bastante tarde y hacía un frío que pelaba. Al llegar a la cocina miré el termómetro, 6ºC... Ideal para ir a la playa. Desayuné un poco mientras pensaba en mis cosas y me acordé del ruido de la noche anterior. Subí corriendo a mi cuarto, lo miré todo bien y vi que uno de los cajones estaba entreabierto. Lo abrí del todo, no parecía haber  nada raro, pero me fijé bien. Había un pequeño trozo de papel. Lo cogí y leí lo que estaba escrito, ponía “La Mancha”. ¿Qué clase de broma era esa? ¿Quién se había colado en mi habitación en mitad de la noche sin abrir la puerta para dejar en mi cajón un papel con una tontería escrita? Soy humano, ergo soy estúpido así que tiré el papel a la basura y decidí olvidarme del tema.

 

Me tocaba bañar al perro. Cuando terminé decidí que ya era hora de ir preparándome para ir con Grace a que me enseñase el pueblo, así que subí a mi habitación, me puse unos pantalones baqueros, un polo. Una chaqueta, una bufada y unos guantes. Me miré al espejo y vi lo de siempre, un chico bastante delgado, alto, con el pelo castaño revuelto y los ojos verdes claros. Miré el reloj, eran las cuatro menos diez y había quedado a las cuatro en punto. Llegaría tarde. Eché a correr escaleras abajo, casi me mato un par de veces, salí por la puerta y continué corriendo un buen rato hasta que llegué al lugar dónde habíamos quedado y vi a Grace. Miré el reloj, eran las cuatro en punto, no había llegado tarde.

-¡Hola!- Dijo sonriendo.
-Hola.
-Venga, vamos, ¡no hay tiempo que perder!- Se empezó a reír.

 

Después de andar entre árboles bastante altos, llegamos a un lago congelado, aquel paisaje gélido era precioso. Las copas de árboles estaban nevadas, a lo lejos había unas montañas nevadas también. Me dio por pensar que tal vez hubiese lobos en aquel bosque. Tiempo después descubriría que en efecto había lobos, pero no atacaban a las personas, a no ser que fuera en defensa propia. A la orilla del lago había una pequeña cabaña de madera. Grace abrió la puerta y me hizo un gesto para que entrase.

Entré detrás de ella, dentro había un par de sillas, una mesa con un montón de bocetos, un caballete con un lienzo en blanco y esparcidos por toda la cabaña mogollón de cuadros preciosos. Me fijé en uno en el que estaba dibujado el mismo paisaje de antes, el del lago, pero con unos colores que le hacían parecer distinto e igual a la vez.

 

-Esta cabaña era de mi padre. Aquí paso la mitad de mi tiempo.
-Es un bonito lugar donde pasarlo.

Se rió. Salió de la cabaña y yo detrás de ella. Echó a correr y la seguí. Después de estar corriendo durante más o menos un cuarto de hora, paramos.

 

-¿Era necesario correr?- Dije apoyando las manos en las rodillas y luchando por recobrar el aliento.
-No.
Me reí por no llorar. Cuando por fin pude volver a respirar con discutible normalidad miré a mi alrededor.

-Este es el cementerio del pueblo.
-Espero que no me digas que es aquí donde pasas la otra mitad de tu tiempo, porque sería raro.- Dije riéndome.
-No- Dijo riéndose- De hecho no me gusta estar aquí, pero es uno de los pocos sitios más o menos importantes aquí... Bueno, sigamos.

 

Andamos un rato, llegamos a un camino y seguimos por él. Cuando el camino término, nos encontramos ante unas verjas oxidadas. Eran muy altas y tras ellas se podía ver un terreno enorme, lleno de nieve y en mitad de esa nieve había una casa bastante grande. Antaño debió de ser la casa de alguien importante, porque no era una mansión pero se parecía, aunque ahora parecía que cualquier ráfaga de viento podía tirarla, la humedad había hecho que las paredes adquiriesen un color tirando a negro, Las ventanas, si no se habían caído, estaban colgando y con los cristales rotos y el tejado se había hundido por una parte.

-A esta casa la llaman La Mancha, porque es lo que parece entre tanta nieve.

 

Al oír el nombre me acordé de lo de la noche anterior. Lo que ponía en el papel no era una bobada, era el nombre de aquella casa... ¿Y qué significaba eso? ¿Alguien quería que conociese la casa? Qué bobada... No entendía nada. Grace se debió de dar cuenta de que ahora estaba a otra cosa.

-Ted... ¿Estás bien? De repente estás raro... Ya te he enseñado lo que a mí me parece más importante... ¿Te acompaño a casa?

 

Asentí con la cabeza. Cuando llegamos Grace se fue corriendo y no me dio tiempo de darle las gracias por acompañarme. Subí a mi habitación y decidí jugar a algún videojuego, para pasar el rato. Pero después de que en la pantalla saliese el “Game Over” por vigésima segunda vez, pensé que sería mejor dejarlo. No estaba a ello, mi cabeza estaba dándole vueltas a lo de “la mancha”. ¿Y si entraba en la casa?  No parecía muy segura, pero quería saber el por qué del papel con el nombre. Y sería solo un rato, para ver qué había dentro. Salí de mi habitación y bajé las escaleras, cogí mi chaqueta y salí por la puerta. Fuera vi a mi padre, que acababa de aparcar el coche en el garaje.

-Hola, Ted.
-Hola, papá.
-¿Adónde vas?
-A una casa...
-Aaaah... ¿A casa de un amigo?
-No.
-¿A casa de quien?- Me preguntó mi padre extrañado.
-A casa de nadie.
-¿A la casa abandonada? ¿A esa a la que llaman “La Mancha”?
-Sí.- No me sorprendió que lo supiera.
-Pues, lo siento, pero no te puedo dejar ir, parece una casa bastante peligrosa. Ademas ya está oscureciendo.
-Pero papá...
-No hay peros que valgan.

 

Me enfadé. ¿Por qué le dije todo aquello? Mentir un poco no hace daño a nadie. Subí a mi habitación y me pasé allí el resto del día. Cuando me desperté ya no estaba enfadado con mi padre y bajé a desayunar. Cuando me iba a echar los cereales mi madre gritó desde mi cuarto.

-¡¿Qué es esto?! ¡Ted, ven aquí!

 

Subí corriendo y al llegar a mi habitación vi que todos los muebles estaban al revés. Tardé toda la mañana en ordenarlo todo. ¿Quién había echo eso? Era imposible, cuando me levanté todo estaba bien. Mi padre había estado conmigo en la cocina, mi hermano estaba viendo la tele y mi madre se acababa de levantar. Ningún sentido. Además encontré un sobre y cuando terminé con todo lo abrí. El sobre contenía diez folios. Y en las dos caras de cada folio ponía un montón de veces lo mismo; La Mancha. Bajé corriendo al salón con los folios en mano. Allí estaban mis padres y mi hermano.

-¡Mamá, papá, Sam! Mirad- Les entregué los papeles.

Los miraron y luego me miraron a mí. Sam fue el que habló.

 

-Folios... ¿Y esto viene a...?
-¡Leed lo que pone!

Ahora habló mi padre.

 

-Aquí no pone nada.
-¿Busco en Internet el psiquiátrico más cercano, ¿no?
Mi padre y mi madre se rieron de la broma de Sam.

-¿Te encuentras bien?- Preguntó mi madre poniéndome una mano en la frente.- Fiebre no tienes.

 

Me quedé un rato callado, no me podía creer lo que estaba pasando.

-Era... ¡Era una broma!- Dije y salí corriendo.
Yo sí podía leer lo que ponía... ¡¿Qué clase de brujería era esa?! Tenía que ir a esa casa. Cogí la chaqueta y me marché con mi perro.

 


Llevaba ya un buen rato caminando, al pasar por la plaza del pueblo vi que había un mercadillo y mucha gente paseaba por allí mirando los puestos. Observé un rato la escena, hasta puso de repente sus manos en mis hombros y me gritó al oído “bu”. Me asusté y me giré para encontrarme con la cara de Grace que se reía a carcajadas por el susto que me había dado.

-Me has pegado un susto.- Dije un poco enfadado.
-Esa era la intención. ¿Hoy estás bien? ¿Adónde ibas?
-Iba a un sitio.
-¿Puedo ir?
-Vale.

 

Ya estábamos llegando. Habíamos hablado de varios temas, de los que ya no me acuerdo, hasta que llegamos casi a las verjas  de La Mancha. Pero no era como ayer. Alrededor de la casa había mucha gente.

-¿Por qué hay tanta gente hoy? Si ayer estaba vacío.
-Porque ayer había una fiesta en el pueblo de al lado y todo el mundo estaba allí. Pero normalmente, y más en esta época del año, muchas personas vienen aquí de picnik, ¿o no ves las mesas que hay en el campo de aquí al lado?

 

Aquello no me gustaba, no podía entrar con tanta gente fuera. Tenía que ir de noche...

-Bueno, está oscureciendo, creo que me voy a ir a casa.
-Te acompaño, pero déjame llevar a Fluffy.
-¿Cómo sabes el nombre de mi perro?

 

No contestó a mi pregunta. Cuando llegué a casa me despedí de Grace y fui a tumbarme en el sofá. Estuve pensando mucho rato en lo mismo. Iría a La Mancha aquella noche, cuando mis padres y mi hermano durmiesen. No me atraía demasiado la idea, me daba bastante miedo, sobretodo después de haber jugado al “resident evil”, me daba miedo poder encontrarme con un zombi en cualquier rincón, y aquel rincón era una casa abandonada... Como en el juego... Lo poco de día que quedaba transcurrió con normalidad. Vi la televisión hasta que me fui a la cama. Ya en mi cuarto esperé a que se fuesen todos a dormir, hice tiempo leyendo algunos mangas. Cuando por fin estaban todos durmiendo me levanté de la cama. Estaba ya vestido, sólo me puse las botas, pero me las volví a quitar ya que pensé que sería mejor ponérmelas abajo para no hacer mucho ruido. En un minuto, que pareció un siglo y tres décadas, logré llegar abajo, ponerme las botas y un abrigo y salir por la puerta. En la calle debía haber unos -12ºC, ignoré el frío y el vapor que salía de mi boca. Por la noche todo parecía distinto. Me concentré en la situación, no sé, daba cosa andar por la calle solo, en mitad de la noche, así que eché a correr.

Cuanto más me acercaba a La Mancha menos luz había, echaba en falta la compañía de Grace. Por fin llegué. Trepé el muro por la parte en la que más bajo me pareció que estaba. Y salté a la nieve. Aquel terreno se veía más grande por dentro. Miré la casa, que se veía más terrorífica de noche, y me acerqué a la puerta. Cuando fui a empujarla para entrar, casi se me cae encima, menos mal que pude apartarme a tiempo. Entré. Había más telarañas que muebles allí. ¡Aquella casa tenía más años que el Sol! Avancé unos pasos. Me choqué contra unos cuantos muebles. Oí un ruido y me pare. Además no se veía nada, porque era tan listo que mi inteligencia daba la vuelta y era tonto, así que no se me había ocurrido llevar una linterna. Decidí que así no podía explorar aquello por lo que me di media vuelta y salí corriendo. No paré hasta llegar a mi calle. Cuando llegué a mi casa subí a mi cuarto y ni siquiera me puse el pijama, caí rendido a la cama.

 

Al día siguiente al pensar en la noche anterior me dí cuenta de que había sido un poco patética. El día fue normal, incluso aburrido. Pero el día siguiente... me desperté, hacía frío y todo parecía estar bien. Fui al baño a lavarme la cara y cuando me miré en el espejo... Grité. Vi mi cara de siempre pero en ella estaba escrito con tinta roja “La Mancha”un montón de veces. Miré mis manos y lo mismo. Los brazos y las piernas iguales. Llegó mi padre.

-¿Qué pasa?

 

Le miré, y luego volví a mirarme en el espejo... Ya no había nada.

-Eh... Nada, es que el agua estaba ardiendo y me he quemado.

 

Pareció conformarse con la respuesta porque se fue. Pasé toda la mañana en el salón, viendo la tele, sin atreverme a subir a mi habitación. Sonó el teléfono y lo cogí.

-¿Diga?
-Hola, Ted.

 

Era Grace.

-¿Cómo has conseguido mi número de teléfono?
-¿Qué tal?- Dijo ignorando mi pregunta.
-Pues uno, dos, tres...
-Bobo- Dijo riéndose.- ¿Podemos quedar hoy?
-Vale, ¿dónde?
-En mi casa, mismamente.
-Vale, pero no se dónde vives.
-Hm... Cierto... Pues voy a buscarte.
-¿A qué hora?
-A la que me apetezca.- Y colgó.

 

Quería contarle a alguien lo de la casa, y a Grace sentía que podía contárselo, tenía confianza con ella a pesar de conocernos desde hace tan poco.

Sobre las tres del mediodía más o menos Grace me vino a buscar y fuimos a su casa. Nos abrió la puerta una señora  con cara de pocos amigos.

 

-¿A quién traes a mi casa, niña?
-A un amigo.

La señora hizo un gesto muy desagradable.

 

-Qué raro que tú tengas un amigo.

Nos dejó pasar y fuimos a la habitación de Grace. Aquel cuarto era alucinante. Las paredes estaban forradas de dibujos y posters de películas y videojuegos. Había un sillón de esos de los que si te sientas te hundes, una guitarra electro acústica apoyada en la pared, al lado de una ventana enorme por la que se podía ver todo el pueblo (ya que la habitación estaba en el ático), un montonazo de libros, un piano eléctrico, un ordenador, una tele pequeña posada en una mesa en frente del sillón que he mencionado antes y muchas otras cosas.

 

-Guau.- Dije al entrar.
-Miau- Dijo ella para burlarse.

Me reí.

 

-¿Quién era la señora de antes?
-Mi abuela.

-Se nota que es muy maja- Dije sarcásticamente.

 

Grace se sentó en el sillón y cogió uno de los muchos peluches que había. Me senté en la cama.
-¿Tocas el piano?, la pregunté.
-No, ese piano está de adorno. Nótese el sarcasmo.

Nos reímos.

 

-¿Sabes tocar Claro de Luna?
-Sí.- Dijo acercándose al piano.

Tocó la canción sin equivocarse ni en una sola nota.

 

-Genial- Dije sonriendo.
-La toco para desconectar de mi abuela.
-¿Te cae mal?.
-Es que me agota, ha decidido amargarme la vida. Pero paso de ella y todo solucionado.
Me extrañó ver a Grace así.

-Y no solo a mí, según los vecinos, también amargó la existencia a mi abuelo, que en paz descanse, y a mi padre.
-¿Y tus padres donde están?.
-Con mi abuelo tal vez- Dijo mirando al infinito. Murieron en un accidente de tráfico, un camión se nos cruzó y.....En fin.... Solo yo sobreviví.

 

Se la veía triste.

-Lo siento.
-No lo sientas, tu no conducías ese camión.

 

Una lágrima le rodó por la mejilla. Me levanté, me acerqué a ella, le limpié la lágrima con la manga de la chaqueta y le dí un abrazo.

-Gracias a veces necesito que alguien me escuche. Cambiemos de tema. Tú querías contarme algo, lo noto en tus ojos- Dijo riéndose.

 

Sonreí, me volví  a sentar en la cama y le expliqué todo lo que me había pasado desde que llegué. Para mi sorpresa, Grace no se había reído ni burlado de mí.

-Por eso quiero que me acompañes. Si no es mucho pedir.

 

Ella se quedo un rato callada. Se levantó y fue a  un armario verde que había a mi derecha y que yo no vi al entrar. Se agachó y abrió un cajón y cogió algo.

-Podemos llevar esto por si acaso.- Me dijo sonriendo.

 

Eran dos Walkie-Talkies. Me lanzó uno, lo cogí y lo miré bien. Era negro parecía un móvil.

-No creo que tengamos que usarlos, no me apetece ir solo por esa casa.
-He dicho por si acaso- Dijo riéndose.
-¿Tienes linternas?- Pregunté.

 

Sacó un par de linternas, y las encendió. Alumbraban muchísimo. Sonreí.

-Ya es tarde, ¿cómo quedamos  para ir? Tiene que ser de noche.- Pregunté
-Pues... Tú, cuando puedas, vienes y llamas a la puerta.
-Pero a tu abuela ¿no la importará que salgas de noche a la calle?
-A esa la da igual todo.
-Bueno pues me voy.

 

Grace me acompañó a la puerta, en el taquillón de la entrada había una foto de un joven de unos 17 o 18 años, sonreía a la cámara, pero no la típica sonrisa de foto, era una sonrisa de verdad. Fuera quien fuese la persona que sujetaba la cámara, hacia sonreír al chico, me despedí de Grace y me fui a casa. Cuando llegué, subí a mi habitación, ya no me asustaba, y pasé la tarde jugando a “resident evil”, era entretenido.

Por la noche hice lo mismo que la otra vez. Bajé, me puse las botas y salí a la calle. Fui a casa de Grace y llamé a la puerta. Ella abrió, iba vestida de forma rara, como siempre, pero me llamó la atención su pelo, porque lo tenía recogido en una coleta alta y yo siempre la había visto con el pelo suelto. No le quedaba mal. Me dio un de los Walkie-Talkies y una linterna y nos fuimos a La Mancha.

 

Cuando llegamos fui a saltar el muro de la otra noche, pero Grace me miro extrañada.
-¿Qué haces?
-Voy a entrar.
-Pero hay una puerta, tonto.
-No sé si te has fijado, pero tiene un candado, lista.
-Pero como se nota que no te has parado a mirarlo...Si el oxido se vendiese, ese candado valdría millones.

A continuación le pegó una patada a la puerta, que hizo que el candado se hiciese añicos, y entró. No sabía que Grace pudiera hacer eso... Yo no hubiese podido.

 

-Anda, ven.

Entré detrás de ella, que se paró antes de entrar en la casa.

 

-¿Preparado?- Me dijo.
-Yo sí, ¿y tú? Parece que tienes miedo.
-No es miedo, son nervios

Me reí

 

-Venga, vamos

Entramos, yo estaba exactamente en el mismo lugar que la otra vez, con la única diferencia de que tenía una linterna, se veía mejor, y de que tenía a Grace a mi lado, y eso me tranquilizaba bastante. Miré a mi alrededor, teníamos una puerta a la derecha, una puerta a la izquierda y en frente una escalera.

 

-Bueno, tú por la derecha y yo por la izquierda- Dijo Grace.
-Ni de broma voy por aquí yo solo.

La cogí de la chaqueta y la arrastré hasta cruzar la puerta que tenía más cerca, “osease”, la izquierda. Pero entones pasó algo muy raro. Empecé a verlo todo negro. Sacudí la cabeza... Nada. Todo negro. Oía la voz de Grace muy lejos, como si ya no estuviese con ella, y entonces vi algo. Una escalera (la que vi al entrar en la casa) por la que iba subiendo. Volví en mí. Estaba de rodillas en el suelo y Grace me sacudía.

 

-Eh, ¿estás bien?- Me preguntó al dejar de sacudirme.
-Sí, estoy bien, pero creo que en esta sala no vamos a encontrar nada...
-Y, ¿por qué crees eso?
-Em... ¿Intuición?

Grace no pareció contentarse con esa respuesta pero no preguntó más. Se limitó a darme un golpe en el brazo.

 

-¡Ah! ¿A qué ha venido eso?
-A que me has asustado. ¿Adónde vamos?
-Pues... Hay que subir las escaleras.

Grace suspiró. Me ayudó a levantarme y fuimos a subir las escaleras. Nunca supe cuántos escalones había, pero más que en mi casa sin duda. Mientras subíamos observamos los retratos que había en las paredes. Debían ser muy antiguos, sino serían fotos. Nos faltaban solo 10 escalones más cuando Grace gritó. Miré hacia ella. Uno de los escalones se había hundido con el pie de Grace.

 

-No puedo sacar el pie... Ted, ayúdame, anda.- Dijo tranquilamente.

Me acerqué y tire de Grace para que sacase el pie, pero estaba atascado. Arranqué un trozo de madera, no sin algo de esfuerzo, y ella pudo sacar el pie. Se sentó en el siguiente escalón. Me senté al lado de ella y vi que su pantalón se había roto un poco, al rozarse con las astillas de madera, y que tenía una herida. No era muy grande pero debía de doler.

 

-¿Estás bien?- Pregunté.
-Sí.

Se levantó y terminó de subir la escalera cojeando. La seguí. Ahora estábamos en mitad de un pasillo. A la derecha había dos puertas y a la izquierda tres.

 

-¿Y ahora que, Don Intuición?- Dijo riéndose.
-Echemos un vistazo a cada una.

Fuimos a la derecha, porque había menos puertas, y fuimos a abrir una, pero estaba atascada.

 

-Quita, que la abro.- Dijo Grace preparándose para dar una patada.
-¡No! Así es mejor, hay menos puertas por mirar...
-Pero... ¿Y si hay algo interesante aquí?
-Bueno... Miramos primero las otras y, si no hay nada importante, te dejo romper las puertas que quieras, además, con esa herida te dolería el golpe.

Me miró. Cuando supo que no lo decía en bromas se rió.

 

-En kárate nos enseñaban a dar patadas con las dos piernas, bobo.
-¿En kárate enseñan a abrir puertas a patadas?
-No, enseñan a dar patadas, yo me he “autoenseñado” a abrir puertas a patadas.

Nos reímos.

 

-En fin. Ahora la siguiente puerta.

Fuimos a la puerta que estaba en frente de la cerrada. La abrimos y entramos. Estaba vacía... Sin decir una palabra pasamos al lado izquierdo del pasillo.

 

-¿Ahora qué?

Miré a mi alrededor. Las tres puertas eran iguales. Menos una. Una tenía una cerradura. Me acerqué y giré el pomo. Estaba abierta. Entré y Grace entró detrás de mí. Era una habitación, y bastante grande. Estaba muy ordenada. Me acerqué a una mesa que había en la pared del fondo. Había un cuadro, lo cogí y soplé para quitar el polvo. Al ver lo que había en él, se me calló al suelo.

 

-¿Qué pasa? ¿Qué hay?- Pregunto Grace, apuntándome con la linterna.

En el cuadro estaba el mismo joven que había en el taquillón de casa de Grace. ¿Qué tenía que ver Grace con aquella casa? Recogí el cuadro del suelo y se lo dí.

 

-¿Quién es este?- Pregunté.
-Ni idea, ¿por qué me lo preguntas?
-Este cuadro es idéntico al que hay en el taquillón de tu casa, solo que un poco mas grande.
-Pues... Nunca me he fijado demasiado en el taquillón, pero ahora que lo dices es verdad...

Dejé el cuadro donde estaba. Y miré el resto de la habitación... Pero todo se volvió negro. Me apoyé en Grace, que no dijo nada esta vez, y vi una imagen. La cama, de ese mismo cuarto, alguien se había metido debajo de ella. Vi lo que había debajo de la cama... Un tablón estaba suelto y alguien metía algo en él. Volví en mi. Respiré hondo.
-¿Ahora qué has visto?
-Bajo la cama. -Dije como única respuesta.

 

No me paré a pensar en que Grace sabía que había visto algo... Me metí debajo de la cama y di golpes en el suelo hasta que sonó hueco. Levante el tablón y miré lo que había dentro. Había una carta. En el sobre ponía “para Jill Chambers”.  Salí de debajo de la cama sonriendo por haber encontrado algo importante... Y entonces el techo se empezó a hundir. Me quedé paralizado unos segundos hasta que Grace me cogió el brazo y tiró de mi antes de que un trozo de techo me cayese encima.

-Gr... Gracias.
-No hay de que... Ahora salgamos de aquí antes de que esta casa se nos caiga encima.

 

Bajamos las escaleras corriendo y, cuando llegamos abajo, el suelo se hundió bajo nuestros pies, Grace saltó y logró llegar al otro lado del agujero. Se dio la vuelta y consiguió  agarrarme de la mano para que no me cayese por allí. Me ayudó a salir.

-Gracias de nuevo.- Dije temblando de miedo.

 

El techo empezó a hundirse otra vez y un montón de escombros empezaron a taponar poco a poco la puerta. Salimos por el estrecho hueco que quedaba, saltamos las escaleras del porche y caímos en la fría nieve.
Abrí los ojos, miré a mi alrededor y vi a Grace tumbada en la nieve. Se levantó y se acercó a mí, me ayudó a levantarme, me sonrió y habló.

-Por los pelos, eh.

 

La abracé. Había estado al borde de la muerte y sólo gracias a ella seguía vivo y estaba allí... Solo allí, y en aquel instante solo existimos Grace y yo, y nada más que los dos... Bueno, sí, una casa que acababa de derrumbarse, pero, ¿a quién le importaba eso?

Al día siguiente, cuando fui a echar a lavar la ropa, vi los pantalones que llevaba la noche anterior y vi un sobre que sobresalía de uno de los bolsillos traseros. Entonces me acordé de que lo había cogido. Lo abrí y leí la carta que decía así:

 

                                                  22 de enero de 1957


Querida Jill:

 


Siento estos tres meses en los que no he podido comunicarme contigo. Te echo tanto de menos. Pero no tengo forma de escapar de aquí. Han pasado sólo dos años desde el fallecimiento de mi madre y creo, aunque antes no caía en ello, que cuando ella partió, mi padre también lo hizo... Fue una pérdida muy grande para él, para mi también, pero... Pensé que ya lo habíamos superado, yo al menos sí lo hice, gracias a ti. Pero, cuando se enteró de mi enfermedad tres meses atrás, dijo, y cito: “He perdido a mi ser más querido... Y no pienso perder a otro.” No sé que piensa, pero me ha encerrado en mi habitación, dice que aquí estoy a salvo, me cierra con llave y ha puesto barrotes en las ventanas, dice que tú has provocado mi enfermedad, y que si salgo de aquí acabarás con mi vida. Llevo desde que todo esto empezó intentando enviarte cartas, pero el mayordomo las quemaba a petición de mi padre. Pero esta carta te llegará, sea como sea... Sé que tú no has provocado mi enfermedad, pero tú tienes la culpa de que mi muerte llegue más pronto de lo que debería... Porque eres el sol que ilumina mis días y la luna que hace que mis noches sean claras y cálidas. Eres la lluvia que moja mi piel y entre la que mis lágrimas se esconden. Eres la arena en la que se marcan mis pasos... Eres justo la esencia que necesito para vivir y por eso al estar tan cerca y a la vez tan lejos de ti, mi yo se rompe en trocitos muy pequeños... Pero todos ellos solo piensan en una sola cosa; en tí. Porque eres la persona más grande y más valiente que he conocido nunca, porque me enseñaste que, si el camino es duro, no hay que ablandarlo, sino que hay que hacerse fuerte y superarlo y... Porque los momentos que he pasado contigo son y serán los mejores de mi vida, y que en la hora de mi adiós, para el que ya falta más que poco voy a pensar sólo en ellos...

Sé que mientras te escribo esto me odiarás porque pensarás que te he abandonado y espero que cuando leas mis humildes palabras me perdones, pero... ¿Sabes una cosa? Me conformo con que sientas algo por mí, aunque sea odio, que prefiero que me recuerdes a que me olvides, Jill...

 

Un eterno abrazo,

                                                              Iaren Balzani.

 


Terminé de leerla se me saltó alguna que otra lágrima. Tenía que darle la carta a una tal Jill Chambers, pero quién era...

Aquella tarde fui a casa de Grace. Estaba sola en casa. Subimos a su cuarto y le enseñé la carta. Cuando ella terminó de leerla se puso a llorar.

 

-Qué bonita... - Dijo secándose las lágrimas.-¿A quién iba dirigida?
-Ese es el problema, que no conozco a la persona...
-Dime el nombre. Tal vez halla suerte y yo la conozca...
-Vale... Jill Chambers.

A Grace casi la da un infarto. Abrió mucho los ojos y me miró como esperando a que dijese que era una broma.

 

-¿En serio?
-Te lo juro... ¿La conoces?
-Que si la conozco... Jill Chambers es mi abuela...

Cuando llegó la abuela de Grace hablamos con ella, que se mostró igual de simpática que siempre, pero sólo hasta que la enseñamos la carta. La leyó y la releyó pero sobre todo lloró. Lloró mucho. Apostaría cinco de los grandes a que lloró en un momento más que tú en toda tu vida. Nos explicó que Iaren había sido el amor de su vida y que de repente dejó de saber de él, que nunca le había odiado...Y se disculpó con Grace por haberla tratado así durante diez años. Había merecido la pena jugarse la vida en aquella casa al fin y al cabo.

 

Bueno, aquí termina todo. Ese fue mi primer fantasma. Después hubo muchos, y Grace me ayudó en casi todos, pero el primero es que es el primero.
                               
Sara Domínguez Valle.

Sara Domínguez -1º ESO-

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