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MI DIARIO DE LA INFANCIA




Para dar comienzo a mi historia desde el principio, diré que nací (según me han dicho y yo lo creo) un viernes a las doce en punto de la noche. Y, cosa curiosa, el reloj empezó a sonar y yo a gritar simultáneamente.


Mi nombre es Sara y yo soy una chica normal de 10 años, o eso es lo que pensaba. Voy  a un instituto  de mi pueblo, con personas normales; vamos, como una chica cualquiera en una  ciudad cualquiera.


Mis padres y yo vivíamos en un pueblecito de la costa. Mi madre, que se llamaba Ana y mi padre, llamado Ángel, eran una feliz pareja. Nuestra casa era una preciosa casa blanca situada a las afueras del pueblo, con un bellísimo jardín. Mi madre le tenía mucho aprecio al jardín que era su parte favorita la casa.


Yo sabía que mis padres jamás se divorciarían, porque eso solo pasaba en los cuentos, y mis padres se querían. Parecía un cuento de princesas, pero no todos los cuentos de princesas acaban bien como en los libros, en la realidad, la vida nos puede jugar malas pasadas. Eso es lo que les pasó a mis padres y gracias a los celos y a la desconfianza que se tenían mutuamente decidieron que no podían seguir así. Mis padres discutían hasta por las tonterías más insignificantes, y de lo que era una pequeña colina, hacían una gran montaña.


Fue pasando el tiempo y cada día discutían más que el anterior. Al  cabo de un mes y medio mi padre se fue a trabajar a otra ciudad y me dijo que en vacaciones me vendría a hacer una visita.


Yo me quedé en casa con mi madre, al principio no entendía todo muy bien ¿Qué era, lo que les había pasado a los padres de Laura? Esta misma pregunta se la hice a mi madre y me dijo que papá y ella necesitaban estar separados un tiempo, también me dijo que ya lo comprendería cuando fuera mayor.


Las cosas cambiaron; mi madre tuvo que buscarse un trabajo y vendió la casa, porque era muy grande y no podíamos pagarla. Ella  y yo nos fuimos a vivir con mi abuela materna, que vivía en el mismo pueblo que nosotras pero en la otra punta.
Mi abuela, como siempre, fue  muy amable y nos acogió en su casa.


Mi abuela contaba historias increíbles y muy impresionantes, algunas veces eran inventadas pero otras, eran historias que había vivido ella o alguna de sus amigas.
Una noche que no podía dormir, la pedí una historia, y me dijo que me la historia que me iba a contar  no se la podía contar a nadie, que era un secreto.


Teniendo en cuenta el día y la hora de nacimiento, empezó a contarme, la enfermera y algunas comadronas del barrio (que tenían puesto un interés vital en mí varios meses antes de que pudiéramos conocernos personalmente) declararon: primero, que estaba predestinada a ser desgraciada en esta vida, y segundo, que gozaría del privilegio de ver fantasmas y espíritus. Según ellas, estos dones eran inevitables otorgados a todo niño (de un sexo o de otro) que tuviera la desgracia de nacer en viernes a media noche.


Cuando terminó de contarme la historia mi abuela, yo me quedé impresionada y también algo frustrada; mi abuela también me contó que empezaría a ver fantasmas y a desarrollar más o menos a mi edad, justo el día del cumpleaños… y eso iba a ser pronto porque se acercaba esa fecha.


Sin embargo, yo no entendía por qué mi madre no me lo había dicho en todo este tiempo.


Cuando estaba en mi cuarto me puse a pensar, yo siempre había querido tener una vida perfecta, con mi marido, mis hijos…Pero si la maldición se hacía realidad y era desgraciada en la vida… todos mis sueños se echarían a perder.


Hablé con mi abuela para preguntarle si habría alguna solución, y ella me dijo que no, pero que tampoco era tan malo y que me acabaría acostumbrando.


Llegó el día de mi cumpleaños, yo no noté nada raro en mí. Mi fiesta fue genial,  sin embargo, yo no vi a mi padre porque no pudo venir a visitarnos; por todo lo demás estuvo muy bien, comimos tarta y mi abuela me regaló un libro. El libro trataba   de historias increíbles sobre seres extraordinarios. Estuve investigando, y descubrí que aquella leyenda era verdad. La verdad es que nunca vi fantasmas cuando estaba despierta, siempre los veía en alguno de mis sueños y solo se producían en luna llena, aunque me pude acostumbrar e intenté hacer vida normal.


Acabo de encontrar este diario, que escribí  cuando era niña, los sueños se seguían repitiendo aunque no habitualmente. Ahora vivo con mi marido y mis dos hijos. Mi abuela murió y puedo decir que  ha sido la persona más cariñosa de mi vida, mi madre volvió a enamorarse y ahora vive feliz en una casa con un precioso jardín.

Henar de Pablos -2º ESO-

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